viernes, 30 de marzo de 2007

Locuciones desde mi almohada

¿Recordamos las cosas que soñamos? Hay gente que rara vez, otros alguna, yo casi siempre. Muchas veces te desconciertan, otras son recuerdos agradables, otras se repiten regularmente, en ocasiones visitas lugares que conoces pero que no se te presentan tal y como los recuerdas si no que son una transformación de un recuerdo previo. A veces volamos hasta perder el control y caer al vacío para despertar de golpe. Otras hablamos con personas que ya no están -suelo hablar mucho con mi abuela, aun la echo mucho de menos-. Mis favoritos y más repetidos son los de agua: o me encuentro al lado de un acantilado, o en una playa en marea baja, o ante un gran oleaje. Durante mucho tiempo soñé con unos bloques de edificios asentados junto al agua en lo que parecía un puerto abrazado por una lengua de mar que en ocasiones azotaba las construcciones. Una vez soñé que caminaba por un sendero a cuyos lados se apilaban tortugas hasta el punto de formar paredes altísimas a sus lados, pero no eran tortugas cualquiera: hablaban. El mismo día me compré una tortuga... pero nunca me dijo nada. Otras veces son sueños aun mucho más desconcertantes: anoche soñé que estaba en una casa que yo sabía era la de mi abuela en Castilla, con paredes de adobe, pero no era su casa. Había un patio cerrado en sus cuatro extremos, sucio y en uno de sus laterales presentaba un pasillo de alambrada. Había una habitación en la que se abría un corredor que se adentraba en la tierra, había otras que eran cuadras donde había animales entre paja y desperdicios. En una de ellas había perros caniche blancos con estómagos hinchados y yo me obcecaba en abrazar uno que apenas se movía. De repente apareció un zorro enorme y sucio. Llegaba del exterior e intentaba romper la alambrada para adentrarse en el túnel que descendía y lo consiguió. Salí de la casa con miedo y en la calle encontré la puerta a la verdadera casa de mi abuela. Entonces, desperté. Este fue de los desagradables.
Los sueños siempre han inspirado la creación humana y no hay más que dar una mirada a la historia del arte para encontrar, mismamente el siglo pasado, corrientes basadas en la creación de obras derivadas de los sueños: los simbolistas. Es una corriente que me encanta y con la que me identifico las pocas veces que pinto algo a color -no se pintar a mano, sólo lo hice dos veces, pero hoy tengo un lienzo en blanco esperándome y tiempo. A ver qué sale-. ¿Se les ha de tomar por locos? Yo creo que no, que simplemente es una capacidad escondida y poco utilizada porque ese mundo onírico lo tenemos todos, unas veces recordado, otras olvidado, pero muy productivo.
En la imagen de arriba aparece un caldarium, la piscina de agua caliente de una terma romana, realizada en blender. Fue un sueño, es un dibujo. En la de abajo, después de leer El Bosque Mítago soñé con la habitación del protagonista, pero este dibujo está sin terminar: le faltan los robles que asomaban a la ventana y los múltiples papeles que copaban las estanterías y el escritorio. El acuario es de colección propia: necesitaba jugar con una luz.

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